Originalmente en Inglés, traducido por Manuel Carrasco García-Moreno
Un día como hoy, hace dos años, estaba yo sentado en el sofá de mi sala de estar en Berkeley, California. Eran las 2:30 de la madrugada. Tenía mi computador portátil en las rodillas y en la pantalla había tres cosas:
- gracias a FaceTime, mi colega Sam Sawyer, con quien estaba hablando;
- gracias a Bill Gates, cuarenta documentos de Word con artículos que iban a ser publicados;
- gracias a Google Chrome, la versión original de The Jesuit Post antes de su lanzamiento.
Junto a nuestro amigo y cofundador, Eric Sundrup, Sam y yo habíamos estado trabajando en esa primera versión a ratos durante meses; y casi sin parar en las dos semanas anteriores. Y por fin había llegado el momento.
“¿Está todo listo?”, le pregunté a Sam.
“Sí, eso creo”, respondió.
Ambos hicimos una pausa durante un segundo antes de que dijera él: “Muy bien, voy a darle al botón y va a estar online”.
“Muy bien”, dije.
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Tomarse en serio la imaginación es una cosa propiamente ignaciana, pero incluso con toda la práctica que teníamos los tres en eso de imaginar – incluso después de haber intentado soñar a lo grande sobre lo que podría alcanzar el TJP – no teníamos idea de lo que iba a suponer darle a ese botón y lanzar el TJP. En mi experiencia, una de las mejores cosas de las que darse cuenta es ver cómo uno ha subestimado, sub-imaginado, lo que Dios quiere realizar. Tengo claro que yo no esperaba que el TJP fuera a crecer tan rápido, o que fuera a florecer con tanta variedad.
Tomo como un signo del Espíritu Santo el que nuestros planes mejor trazados hayan sido superados. Y ver esto me ha enseñado que lo mejor que puede hacer un buen líder son dos cosas: 1) dar gracias, y 2) dejar paso a los nuevos líderes.
Esto es en gran parte la razón por la que estoy escribiendo esto ahora, al final de mi etapa: para darles las gracias a ustedes que nos han leído, estimulado y apoyado mientras nos íbamos dando cuenta de qué era esto con lo que nos habíamos tropezado. Quiero también dar las gracias a los hermanos míos que forman parte del equipo del TJP.
Como redactor jefe (lo cual significa que me he leído casi todo lo que hemos publicado), una de las mayores causas de mi agradecimiento por lo que ha llegado a ser el TJP se puede expresar en uno de esos breves dichos ignacianos, uno que solía oírle a mi superior cuando era novicio: “Una gracia concedida a uno de nosotros es una gracia concedida a todos.” Tenía razón.
Porque mi propia vida espiritual es más profunda gracias a la rigurosa honestidad de los compañeros que han escrito sobre sus propias vidas espirituales. Y porque me han estimulado a pensar con más claridad sobre nuestro mundo. Y porque me han contado historias que me han estimulado a mirar de nuevo, para ver cómo Dios sigue actuando en el mundo.
Espero que ustedes, los lectores, puedan decir algo parecido. Es lo que esperaba cuando empezamos con todo esto, es la razón por la que escribí lo que sigue en mi explicación de qué C estábamos haciendo:
Esperamos que les guste esta página. Esperamos que les haga reír a veces, llorar a veces, rezar a veces. Esperamos que les ayude a pensar en Dios y en la Iglesia de una manera un poco diferente, un poco más profundamente, un poco más frecuentemente.
Espero, por ustedes tanto como por mí, que eso haya sido cierto en los últimos dos años.
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Hoy, 24 de enero de 2014, es nuestro segundo cumpleaños en el TJP, y nos alegra compartirlo con todos ustedes que han dedicado su tiempo a leer, escuchar y ver lo que hemos ido poniendo en pie. Es también mi último día como redactor jefe de este proyecto.
No por casualidad, es también el primer día de trabajo para nuestro nuevo redactor jefe, Eric Sundrup. Ha sido parte del TJP desde su concepción y, francamente, tiene habilidades que yo no poseo, habilidades de las que la entera comunidad TJP se va a beneficiar. Somos muy afortunados de que tome él el puesto.
Pero, salvo para celebrarlo y estar agradecido, no he pasado nuestro segundo cumpleaños mirando al pasado de lo que ya hemos logrado. Hoy no es un día para la nostalgia. Más bien, he pasado la mayor parte de nuestro segundo cumpleaños, la mayor parte de mi último día en The Jesuit Post, recordando que, a pesar de los dos años de buenos esfuerzos, todavía sub-imagino. He pasado el día recordándome a mí mismo que todavía subestimo a Dios.
Confío en que estos hermanos míos que llevarán adelante la tarea seguirán ayudándoles a reír, a llorar, a pensar y a rezar un poco más; pero confío aún más en Dios, ese Dios de las imaginaciones insuperadas y de los grandes deseos.
Muchas gracias a todos.
Paddy Gilger, SJ
Ex-redactor jefe