#esemomentoenelque

by | May 2, 2014 | Uncategorized

Light into darkness.

Luz en las tinieblas

Originalmente en inglés, traducido por Manuel Carrasco García-Moreno

Hace algunos años estaba esperando junto a otros cinco bien vestidos jesuitas a las puertas de la catedral de Chicago esperando a que empezara la vigilia de Pascua. En la cálida brisa de la primavera estuvimos hablando de todo tipo de asuntos hasta que la conversación terminó girando en torno al tiempo. Siendo sincero, fui yo quien la giró hacia allá. Pregunté: “¿Cuándo marcamos el momento de la Resurrección?”

Se trataba, visto superficialmente, de una preocupación litúrgica. ¿Es cuando encienden el fuego en el brasero en el atrio de la iglesia o cuando llevan en procesión ese enorme cirio y nos dirigimos al interior de la iglesia a oscuras? ¿Es el momento de la Resurrección de Cristo el canto del antiguo cántico, el Pregón Pascual, o la clamorosa bienvenida al Gloria que no hemos escuchado durante cuarenta días? ¿O es la reaparición del Aleluya, también ausente de nuestra experiencia colectiva de la Cuaresma? Bajo la superficie, supongo que había algo más moviéndose por ahí: ¿Cómo sabemos el momento en que Jesús fue resucitado de entre los muertos?

De alguna manera, con solo cinco jesuitas presentes, había siete opiniones distintas y opuestas, y todas ellas, imagino, posibilidades válidas. No planteé la pregunta por ser difícil. Con todo, pienso que mi pregunta y las múltiples respuestas posibles que se expusieron hablan de una gama de deseos profundos compartidos por todos nosotros: deseo de sentir la cercanía de Jesús Resucitado, de estar con Cristo desde el momento en que se remueve la piedra hasta el momento en que asciende a los Cielos, que ninguno de nosotros quería perderse ni un minuto la gloria que es la Resurrección.

He estado pensando en esto un montón últimamente, especialmente al ver la popularidad en internet del meme #esemomentoenelque. Los habéis visto, seguro: “#esemomentoenelque te sientas en el tren y te das cuenta de que llevas puestos zapatos distintos”. “#esemomentoenelque has ido andando bajo la lluvia solo para descubrir cuando llegas a clase que tenías un paraguas en la mochila”. “#esemomentoenelque tu pelo encrespado es la causa de que te revisen los de seguridad del aeropuerto”. Algunos de los que he visto son divertidos; algunos son ilegales. Algunos están pidiendo a gritos que se use el trombón triste. Gua, guaaa.

Esta Pascua, mientras esperaba parado a la puerta de la iglesia una vez más en la noche del Sábado Santo, seguía queriendo saber la respuesta a mi pregunta de toda la vida: ¿Cuál es el momento de la Resurrección? ¿Cuál es #esemomentoenelque la resurrección tiene lugar? La respuesta resultó ser menos técnica que personal.

En esta ocasión, para el oficio de la Vigilia, me pidieron que cantara el Pregón Pascual, un antiguo himno de alabanza cantado que da comienzo al servicio. Se canta sin acompañamiento instrumental y toma unos 10 minutos, para lo que me había estado preparando durante la mayor parte de la semana. Según iba cantando cada una de los largos y líricos versos, terminé llegando a las palabras que me hicieron saber que Cristo, muerto y sepultado, estaba de nuevo entre nosotros, elevado de la tumba. Las palabras salieron de mi propia boca, con mi propia voz: “¡Qué noche tan dichosa en que se une el cielo con la tierra, lo humano con lo divino!” El verso, entero con toda su maravillosa ornamentación musical y sus deliciosos melismas, me revelaba el misterio, la maravilla, la gloria de la noche de manera que en el momento en que terminé el verso, perdí el aliento y mi coordinación musical. No creo que nadie se diera cuenta de la significativa pausa que se sucedió o del cambio ocurrido en mi rostro, pero supe en ese instante (misteriosa y, sin embargo, certeramente) que Cristo se había aparecido de nuevo.

Ese momento concreto fue definitivo para mí; supe entonces que Cristo había resucitado y, sin embargo, cuando miré a mi alrededor también supe que hubo otros momentos para los que estaban allí reunidos que fueron más reveladores. La estudiante que estaba parada junto a mí, bautizada hacía cosa de un año, palideció cuando le dije que podía apagar su vela durante el servicio. Se volvió a mí con sus ojos cuajados de lágrimas y me dijo “No quiero hacerlo”, cargado su corazón con Cristo resucitando en ella, a un tiempo en memoria del pasado y en gloria del presente.

Cristo estuvo resucitando una y otra vez durante el servicio, revelándose a sí mismo en formas personales e íntimas y en diferentes ocasiones y momentos para cada persona. Parado entre la multitud, entendí cómo el momento en que Cristo se aparece no es un momento técnico escrito en las rúbricas de la liturgia, sino, más bien, un momento de revelación particular, personal y lleno de gracia de una manera única.

Finalmente, recibí una respuesta a mi pregunta inicial. Me di cuenta de que lo importante no es determinar concretamente el momento exacto, como si fuera una experiencia “de talla única”. No importa demasiado cuándo sucedió la Resurrección, si fue la noche del sábado o la madrugada del domingo, si fue durante un cántico misterioso o en la proclamación de un antiguo texto o mientras estábamos parados, silenciosamente, con nuestras velas en las manos.

Tan solo importa que lo experimentáramos en la manera que fuese. Y, por supuesto, que podamos ponerle nombre y compartir con los demás la gracia y la alegría de #esemomentoenelque, incluso con nuestros ojos cuajados de lágrimas y nuestros corazones cargados de amor.

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La imagen de portada, de la usuaria de Flickr Judit Klein, puede encontrarse aquí.

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Keith Maczkiewicz, SJ

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