Originalmente in inglés, traducido por Manuel Carrasco García-Moreno
¿Cómo te sentirías si tu diario íntimo se publicara después de tu muerte?
En el pasado, he escrito diarios profusamente y no hay dudas de que quiero que quemen todos esos diarios (y que borren todos mis mensajes de texto) cuando me muera. No tanto por mí, sino por la gente de la que me he quejado exhaustivamente. No me importa cómo seré recordado tras mi muerte, pero no intentaré hundir a otros conmigo, por muy tentador que esto pueda ser.
El beato Juan Pablo II hizo una petición similar a esta, aunque es probable que no por las mismas razones. Pidió a su viejo amigo y confidente, el cardenal Stanisław Dziwisz, que tras su muerte quemara todos sus apuntes personales. En contra de los deseos del difunto papa, el cardenal Dziwisz decidió no honrar la petición de Juan Pablo II y los apuntes se publicaron el mes pasado.
A pesar de las críticas y la controversia en torno a la decisión del cardenal Dziwisz, él creía estar actuando en buena conciencia. De acuerdo con el New York Times, el cardenal dijo a los periodistas: “No tuve duda de que se trataba de asuntos tan importantes, testimonios de la espiritualidad de un gran papa, que sería un crimen destruirlos”.
Curiosamente, no es la primera ocasión en la que algún eclesiástico ha actuado en contra de las instrucciones de una persona con fama de santidad a propósito de sus escritos personales. La Madre Teresa de Calcuta (fallecida en 1997), que no quería convertirse en el centro de atención, escribió en varios momentos de su vida a sus obispos y directores espirituales, suplicándoles desesperadamente que quemaran las cartas privadas que les había enviado. En 1956 le escribía al arzobispo Périer:
¿Puedo, por favor, recuperarlas, dado que eran la mismísima expresión de mi alma en aquellos días? Me gustaría quemar todos los papeles en los que aparece cualquier cosa sobre mí. […] Yo era su pequeño instrumento [de Dios]; ahora que su voluntad se conoce por medio de las Constituciones [de las Misioneras de la Caridad], todas esas cartas son inservibles.
Nadie llegó a acatar completamente su petición y en 2007 el P. Brian Kolodiejchuk, MC, publicó sus cartas en Madre Teresa. Ven, sé mi luz, donde se revelan algunos de los momentos más profundos y oscuros de su vida espiritual.
¿Moraleja? No escribas nada y quémalo todo.
Bueno, no del todo.
Aunque pueda parecer que los responsables ignoraron descaradamente esas peticiones de privacidad, hubo mucha reflexión y oración involucrada en la decisión de no obedecer. Las palabras de un sacerdote que conoció las luchas de la Madre Teresa, citadas en Ven, sé mi luz, iluminan la decisión del cardenal Dziwisz y el P. Kolodiejchuk:
¿Seguiría objetando la Madre, ahora que ya no está con nosotros en la Tierra, a que estas cartas las haya conservado el cardenal Picachy y a que ahora, tras la muerte de ambos, se hayan publicado? Ahora ya, sin duda, habrá ella comprendido que pertenece a la Iglesia. Dice la doctrina tradicional que el carisma místico de los amigos íntimos de Dios no está destinado principalmente a ellos mismos, sino al bien de toda la Iglesia.
Dado que los dones que la Madre Teresa y el papa Juan Pablo II dejaron tras ellos no son para ellos mismos antes que nada, se requería la máxima prudencia y cuidado al disponer de dichos dones. Y quizás se podría decir que no hay últimas palabras ni últimas voluntades más sagradas que aquello que con toda probabilidad alimentará la fe, la esperanza y la caridad de la comunidad.
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La foto Secret Journal, cortesía del usuario de Flickr Christopher.Michel.