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Hoy es la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. Con aproximadamente 20 millones de visitantes anuales, la Basílica de la Ciudad de México – donde ocurrió esta famosa aparición mariana – es el sitio de peregrinación católica más visitado en todo el mundo. Sobre todo hoy. Miles de peregrinos desfilan por kilómetros a través de las calles de la Ciudad de México, muchos avanzando paso a paso de rodillas.
Mientras tanto, parroquias católicas en todos los EEUU también celebran, especialmente esas parroquias con una población latina grande. De hecho, la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) declaró hoy como un día de oración y solidaridad con familias de inmigrantes. Por lo tanto, vale la pena reflexionar sobre qué podemos aprender de esta devoción popular, sobre todo este año mientras asimilamos las elecciones y la atención puesta en los inmigrantes de nuestros vecinos del sur.
Sabemos que el nuevo presidente electo Donald Trump quiere hacer América (los EEUU) grandiosa. Es una meta admirable en la que la mayoría de nosotros está de acuerdo: queremos que nuestro país sea grandioso. Pero ¿qué significa esto exactamente? Miremos las lecciones de Nuestra Señora de Guadalupe.
Antes de comenzar, un breve resumen de la historia: en el año 1531, la Virgen María se le apareció a un joven campesino mexicano llamado Juan Diego. Como evidencia de la aparición, María llenó la túnica de Juan Diego con rosas fuera de temporada. Cuando soltó las rosas en frente del arzobispo local, se reveló una imagen cautivadora de María en la túnica: una mujer morena envuelta en un manto cubierto de estrellas, encima de una luna creciente y llevada por un ángel. La tilma original continúa mostrándose detrás del altar en la Basílica de la Ciudad de México para los millones de peregrinos que llegan a visitarla y rezarle.
Entonces, ¿qué enseñanza tiene Nuestra Señora sobre cómo nuestra Iglesia puede ayudar a hacer América grandiosa?
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1. Todos tenemos derecho al sentido de pertenencia y merecemos respeto.
María se le apareció a Juan Diego como una mujer mestiza con piel morena. Lo opuesto a las imágenes cristianas con piel blanca traídas por los misioneros europeos, esta imagen de María tuvo un efecto transformador. Posterior a la aparición muchas conversiones se dieron entre los indígenas mexicanos. Si contamos las conversiones, esta aparición fue más exitosa que muchos de los años de esfuerzo de miles de misioneros.
¿Por qué tuvo un efecto tan transformador? Porque los indígenas se pudieron identificar con esta imagen de María. Ella incluso le habló a Juan Diego en su lengua nativa de Nahuatl. María entró en su pueblo, como una de ellos. Ella le dio a la gente un sentido de pertenencia.
La Iglesia Católica en los EEUU necesita reforzar este sentido de pertenencia hoy para hacer grandioso a nuestro país. Otros católicos no deben sentirse como extranjeros ni desconocidos dentro de nuestras parroquias. Esto incluye a aquellos quienes son migrantes en nuestro país, con o sin documentos.
Palabras feas y odiosas hacia los inmigrantes u otros degradan su identidad como seres humanos. Mientras la mayoría está de acuerdo que nuestro país necesita mejorar nuestra política y las acciones que toma con respecto a los inmigrantes, nuestras parroquias tienen que ser sitios acogedores. Los migrantes en los EEUU normalmente están huyendo de situaciones de violencia, peligro y dificultades económicas para viajar una larga distancia con la esperanza de una vida mejor.
Y casi nunca se hace más fácil su vida al llegar a los EEUU. Los inmigrantes enfrentan prejuicio cotidiano, sin respeto a su estado legal. ¿Cómo es cómplice nuestra Iglesia en esto? ¿Cómo podemos ser más inclusivos y más acogedores?
Para ser un país grandioso, tenemos que ser un país acogedor y respetuoso.
2. Los pobres y los marginados merecen una voz.
La Virgen María se le apareció a Juan Diego, un campesino nativo. Ella no se le apareció al obispo ni a los soberanos coloniales. De hecho, ella visitó a Juan Diego cuatro veces, y su única otra visita fue al tío enfermo de Juan Diego.
Los pobres, los enfermos y las comunidades indígenas merecen atención y apoyo. Ellos merecen una voz en nuestro país si queremos ser grandioso.
Todavía hay una amplia división económica y esta desigualdad crece constantemente en nuestro país. Tantos los seguidores de Bernie Sanders como Donald Trump son ciudadanos que mayormente están enojados con el sistema económico que ha dejado salarios estancados para las clases bajas y medias, mientras que los ingresos de los millonarios siguen creciendo.
También se trata a los enfermos como marginados, especialmente cuando se presenta un diagnóstico no favorable en un niño no nacido. Se abortan niños no nacidos que tienen síndrome de Down con una frecuencia alarmante. Se discute un mayor acceso a los abortos como una manera de combatir el brote de Zika y su relación con la microcefalia.
Para notar la opresión a las comunidades indígenas, solamente necesitamos prestar atención a Dakota del Norte donde se atacaron violentamente a los manifestantes contra los oleoductos hace unas semanas.
Nosotros como la Iglesia Católica necesitamos recordar nuestra opción preferencial por los pobres, que incluye a los que no tienen recursos, a los niños no nacidos y a los indígenas. Si la prueba moral de una sociedad es su tratamiento a los más vulnerables, ¿aprobamos esa prueba? ¿Cómo escuchamos las voces de los marginados en nuestro país? ¿Cómo amplifica sus voces nuestra Iglesia?
Para ser un país grandioso, tenemos que escuchar estas voces.
3. Estamos juntos en esto.
Nuestra Señora de Guadalupe es amada y venerada en México, pero el Papa Pío XII le dio el nombre más amplio de “Patrona de las Américas,” que los Papas posteriores han reiterado. Esto nos debe recordar nuestros intereses comunes y el bien común.
Si hablamos sobre migrantes en nuestras comunidades u otros países de nuestra región, debemos reflexionar más sobre qué constituye realmente el bien común.1 Para ser grandioso, nuestro país debe estar preocupado por el bien de todos, no solamente de los ciudadanos estadounidenses. Un enfoque de aislamiento o combativo con los países vecinos en un espíritu de excepcionalidad estadounidense se oponen a este mensaje.
Incluso las políticas menos polémicas contra los migrantes, como la deportación de todos los criminales convictos, puede resultar en un gran desastre fuera de los EEUU. Actualmente una razón de la violencia de las pandillas y el aumento de drogas que afecta fuertemente a Centroamérica se remonta a la deportación de los EEUU de criminales en los años 1990. Los EEUU deportaron a criminales y, también, a la cultura de drogas y pandillas hasta países sin recursos para enfrentar esta situación.
Las remesas (los fondos que los emigrantes envían a su país de origen) de las personas que viven en los EEUU constituyen literalmente miles de millones de dólares anualmente hacia economías pobres a través de las manos de las clases bajas y medias. Las remesas pérdidas a causa de la deportación o el aumento de impuestos en este movimiento de fondos puede tener efectos negativos en todas las Américas.
Nuestra atención a los pobres y a los miembros desempleados en nuestra propia comunidad no pueden servir de excusas para ignorar la necesidad de cuidar a los demás. Estamos juntos en esto, y estamos llamado a construir el bien común. ¿Cómo podemos nosotros, como Iglesia, construir puentes en lugar de muros?
Si queremos ser un país grandioso, tenemos que preocuparnos sobre cómo hacer un mundo grandioso.
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La historia de la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe tiene cientos de años, pero las lecciones todavía aplican hoy en nuestras vidas. Si queremos que América sea grandiosa, debemos comenzar con estas tres lecciones.
Una América grandiosa será un sitio donde se incluye y se respeta la gente, donde tienen sentido de pertenencia. Una América grandiosa defenderá a los más vulnerables, incluyendo a los pobres, a los enfermos y a los grupos marginados. Una América grandiosa luchará por el bien común de todos los estadounidenses, mientras que también se preocupa por el bien de todos.
No es una tarea fácil, pero por lo menos, tenemos una buena intercesora. Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de las Américas, ruega por nosotros.
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La imagen es cortesía de la cuenta de FlickrCC de Sacred Heart Cathedral Knoxville.
- No debemos simplificar ni confundir “el bien común” con el bien de la mayoría de personas. En cambio, nos desafía pensar sobre el bien de los demás, y de hecho todos los seres humanos, en la manera en que organizamos nuestra sociedad. Para luchar por el bien, tenemos que pensar más allá de: “¿qué es bueno para mí?” o “¿qué es bueno para los EEUU?” ↩