Originalmente en Inglés, traducido por Manuel Carrasco García-Moreno.
Este artículo es parte de una serie de reflexiones escritas por los colaboradores de TJP. La lista completa: The Papal Interview: Young Jesuits React and Reflect La entrevista original: Publicada por Razón y fe |
“La oración para mí siempre es una oración ‘memoriosa’, llena de memoria, de recuerdos, incluso de memoria de mi historia o de lo que el Señor ha hecho en su Iglesia o en una parroquia concreta. […] Pero, sobre todo, sé que el Señor me tiene en su memoria. Yo puedo olvidarme de Él, pero yo sé que Él jamás se olvida de mí. […] Esta es la memoria que me hace su hijo y que me hace también ser padre”.
Si la oración de Francisco está llena de memoria, hay que decir que se trata de una forma particular de memoria: una memoria narrativa. Su memoria, en este sentido, no es una crónica estática del pasado lejano, sino más bien el recuerdo activo de tantos acontecimientos, éxitos y fracasos, que cuentan la historia de su descubrimiento de Dios mientras va descubriendo como Dios lo ama. En el examen orante de nuestra memoria observamos cómo se despliega la narración de nuestro propio ser amados. En una oración llena de memoria descubrimos una narración de fe, esperanza y amor.
Francisco no parece estar interesado en dar respuestas definitivas. Le interesa más ayudarnos a escuchar una historia. Como dice la ocurrente cita de Flannery O’Connor: “Se cuenta una historia porque una teoría no bastaría”. El Papa quiere que oigamos la historia de Jesús, que lo conozcamos como iríamos conociendo a un amigo íntimo o a un familiar: con el tiempo, entre risas y lágrimas, en salas de espera y en torno a la mesa de la cocina. No le preocupa si entiendes a Jesús como entenderías una operación aritmética o un problema de lógica. Ante todo y por encima de todo, el Papa quiere que conozcamos, desde el corazón (antes de elaborar separaciones entre bien y mal, acertado y erróneo, aceptable e inaceptable), que esta historia, la historia de Jesús, la historia de la Iglesia y nuestra propia historia personal, es una historia de amor.
Francisco presenta su vida, y ahora su papado, como una narración en proceso, un capítulo más dentro de la Historia de historias: la continua creación de Dios. Reza narrativamente y enseña narrativamente. En esta entrevista vemos a una persona que se abre en una conversación íntima, autobiográfica. Vemos a un pecador confeso. Un hombre buscando comunidad en la vida religiosa. Un líder fracasado aprendiendo de sus errores. Un personaje trágico avanzando por la gracia. “Misericordiando” y eligiendo a Dios. Una historia de amor.
Francisco es también un hombre con gusto por las historias y las experiencias de los demás: durante una prolongada digresión a mediados de la entrevista, recita una letanía de artistas, músicos, cineastas, novelistas y poetas que le sirven de inspiración. Resume sus gustos diciendo: “En general puedo decir que me gustan los artistas trágicos, especialmente los más clásicos”.
Curiosamente, el mismo Francisco se presenta de vez en cuando como una figura trágica: reconociendo los errores del pasado, identificándose como un pecador llamado por Dios, etc. Pero en todo lo que dice aparece claramente que su propia narración está atravesada de parte a parte por la gracia. Quizás la suya no sea sólo una historia de amor, sino también de redención. De no ser por su aparentemente infinita alegría, me atrevería a decir que podría ser un personaje más en uno de los relatos breves de Flannery O’Connor: el pecador redimido que, poseído por un Cristo misericordioso, se mueve en unos terrenos que pertenecen en su mayor parte al diablo. El hecho de que le falte parte de un pulmón por una enfermedad de la infancia es un punto más a mi favor en este caso.
Sea como fuere, la misma entrevista se va desarrollando como un magnífico guión cinematográfico. Los editores de America Magazine 1 han sido prudentes en incluir la narración que el propio P. Spadaro realiza de las motivaciones internas que fueron guiando cada serie de preguntas y cada tanda de respuestas de Francisco. Pueden leerse repetidas referencias a “silencios meditativos”. El efecto global nos hace sentir como si hubiéramos sido invitados a sentarnos en el sofá junto a estos dos hombres, invitados a un momento y lugar concretos, para escuchar cómo nos cuentan una historia. Tanto en su contenido como en su forma, se trata de una entrevista extraordinaria.
Esto no es una sala de interrogatorios. No es la defensa de una tesis doctoral. No es un careo. Esto es un hombre enamorado de Jesucristo, de su Iglesia y de su Humanidad. Esto es un hombre esforzándose en poner palabras a su propia experiencia de Dios. Es a la vez algo autobiográfico y catequético. Es un diálogo. Quizás lo más emotivo es cómo el lector puede jugar un papel en esta conversación. El estilo narrativo efectivamente nos invita a entrar en nuestra propia memoria, en nuestra propia percepción de cómo Dios trabaja en nuestras vidas. Es a la vez informativo y alentador. Por supuesto, el Papa es quien lo dice mejor:
“Por mi parte, tengo una certeza dogmática: Dios está en la vida de toda persona. Dios está en la vida de cada uno. Y aun cuando la vida de una persona haya sido un desastre, aunque los vicios, la droga o cualquier otra cosa la tengan destruida, Dios está en su vida. Se puede y se debe buscar a Dios en toda vida humana. Aunque la vida de una persona sea terreno lleno de espinas y hierbajos, alberga siempre un espacio en que puede crecer la buena semilla. Es necesario fiarse de Dios”.
- Y los de Razón y Fe (N. del T.) ↩