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Migrantes en el camino pa’l norte pasan mucho peligro y llevan muchas cicatrices, tanto físicas como emocionales. Un tipo llevaba una cicatriz gigantesca desde la oreja hasta la garganta, producto de una pandilla en Honduras. ¿Cómo conozco la razón? Bueno, le pregunté mientras que tenia una herramienta afilada a su pescuezo. “Que bárbaro, Andrés!” me dirías. “No,” te respondería, “qué barbero!”
Como parte de un grupo de jesuitas conociendo la realidad de la ruta migratoria, yo tenía el privilegio de encontrar migrantes en varias etapas de sus jornadas hacia una nueva vida. Una de estas etapas fue en La 72, un albergue cerca de la frontera de México con Guatemala. Este albergue en Tenosique, Tabasco depende mucho con la colaboración voluntaria y nuestro grupito de jesuitas echó la mano como podíamos. Buscando una razón para renovar el peinado “mociana” que llevaba, saqué mis herramientas de barbero y me puse a trabajar!
Desde que comencé a cortar pelo, he tenido la teoría que la gente divulga mucho de su vida personal a su peluquero porque están haciéndose físicamente vulnerable al peluquero que lleva herramientas afiladas cerca de sus cabezas. Esta confianza física genera una confianza emocional. La 72 es un espacio de mucha confianza, entonces uno no tiene que tener el puesto privilegiado del peluquero para que los migrantes le cuenten lo que han vivido en la ruta. Sin embargo, aquellos veinte minutos sentados tranquilitos en mi silla me daba acceso único a sus historias y sueños.
A Daniel, quien era bien peludo, le quité casi todo para que no tuviera que aguantar tanto calor en su camino hacia Monterrey. Se mudó de Honduras a Monterrey pocos años atrás porque decidió salirse de la pandilla en que llevaba más de 10 años. Como no existe la posibilidad de salirse de una pandilla tranquilamente, tuvo que huir. Se retornó a Honduras para traer su esposa y dos hijos pequeños consigo y empezar una vida nueva con ellos donde ya había conseguido un trabajo digno.
A Freddy, le di una ‘española’ o ‘moicana,’ cuyo estilo suele ser visto en los grandes futbolistas. Como Freddy estaba jugando fútbol diariamente con los otros migrantes en la cancha de La 72, quería un estilo como Arturo Vidal para inspirar su jugada. Con apenas 20 años, Freddy venía solo desde El Salvador en búsqueda de trabajo y esperanza. Su plan era llegar a los Estados Unidos, pero debido a las dificultades que uno enfrenta en la ruta, ahora piensa buscar trabajo en un lugar turístico de México. De cualquier manera, será difícil encontrar un buen trabajo siendo un migrante irregular.
A Yeison, un niño con 7 añitos, le di una rebajada normal. Su mama quería que yo le diera un recorte “hongo,” pero yo la convencí por otra parte debido a la sensación que siento cuando veo fotos de mi infancia llevando este mismo recorte lamentable. Yeison y su familia vienen de Honduras. Fue difícil terminar el recorte porque el no aguantaba las cosquillas que la pequeña maquinita le daba. Se reía mientras me contaba que quería ser piloto cuando creciera. Al preguntarle si tenía miedo de las alturas, me respondió que sí y casi se cayó de la silla por la risa.
Como puedes imaginar, los migrantes llegan a los albergues cansados, sucios y con pocas cosas. Es posible que tengan solamente un cambio de ropa. “¿Por que se preocupan con el estilo de su pelo si tienen tantas otras preocupaciones?” me preguntarías. Porque también son personas con dignidad. Tienen deseos y sueños como tú y yo. Quieren trabajo digno como tú y yo. Se preocupan por cosas simples – como su apariencia – como tú y yo y por cosas serias – como el bienestar de sus familiares – como tú y yo. Ellos mismos reconocen su dignidad y por eso aprovechan los servicios gratuitos de un peluquero. Y yo les doy mis servicios con mucha humildad porque sus historias son sagradas, como todas historias humanas. Si yo no las hubiera conocido, no cambiaría el hecho que son sagradas. Pero el encuentro humano me dio la oportunidad para ver la chispa divina que llevan.
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El blog original de la inmersión migratoria en 2015